Exposición que se inaugura hoy mismo en el Centro de Iniciativas de La Caja de Canarias (CICCA) y que se podrá contemplar hasta el 14 de Noviembre.Texto de prensa del CICCA: El Centro de Iniciativas de La Caja de Canarias (CICCA) inauguró hoy la muestra pictórica de uno de los más destacados artistas de nuestras Islas: Alejandro Reino. Gran pintor, dominador como nadie de la técnica del retrato, el artista presenta en el CICCA un total cincuenta obras que, bajo el título genérico de ‘Vanitas Firs Round’, nos muestra su más reciente creación.
En la exposición Vanitas first round el tema de la muerte se manifiesta y configura muchas de las composiciones con una fuerza tan substancial que el imposible intercambio de los títulos subrayaría toda su relevancia. El fondo de la imagen está dividido, la misma técnica al servicio de la partición, de una división que es conceptual y que tiene que ver con una determinada percepción del universo, de un universo que quien lo muestra sabe que se acaba.
Con el tratamiento de la imagen que Reino realiza, el artista consigue de algún modo abducir a esos cuerpos de su realidad, extraerlos de su mundo y colocarlos dentro de un universo escenográfico que produce inquietud, pero seguimos observando un mundo amable. Los gestos de sus personajes y su manera de estar dentro de su universo, aunque ficticio, es aceptada. Sin embargo las figuras que habitan en Vanitas first round ya no sonríen, son seres modelados para habitar un mundo que Alejandro Reino ha decidido arrebatarles. Ha cambiado los espacios oníricos por otros intangibles construyéndoles un mundo inhabitable.
La luz aquí es ausencia. Desaparece dando paso a la “atmósfera” y la muerte aparece como protagonista, como figura y como objeto, como sombra, utensilio, implemento que utiliza para manifestarse, trampantojo que acompaña a la escena con frecuencia. En estos cuadros también conviven de forma simultánea juventud y vejez, pero en ésta los jóvenes desnudos, sus cuerpos, que deberían haber resplandecido si la ausencia de luz no los condenara al sepia, al blanco y negro de las fotos antiguas, se nos presentan también como metáfora de lo que ya está muerto o en trance de serlo. Nacen con la conciencia de su propia extinción.
Los claro-oscuros propios de Reino, esa especie de iluminación austral, aquí desaparece. Ya no existe la luz aunque sí hay sombra. Los personajes habitan un universo casi monocromático que amplifica la sensación de inexistencia. Este mundo propuesto se ensombrece. Se esencializa. La luz, que es quien define el volumen de todos los objetos, aquí los hace planos sobre el plano.
La figura humana sigue siendo central en la composición de la obra. La imagen robada o –capturada– es aquí inventada, construida, elaborada de acuerdo a los designios de su autor. Se estiliza, se hace transparente y lo que antes fue carne se transforma en maraña de trazos. En otras palabras, los cuerpos se vacían, se desdibujan mientras son dibujados.
Reino ha traspasado sus personajes de un mundo habitable a otro inasumible donde la vigilancia y la sospecha parecen ser los únicos motivos para relacionarse. Estos seres viven en los dos lados de la línea con que Alejandro Reino dividió su mundo, siameses del rencor y la sospecha.
Ha desaparecido de estos cuerpos toda predisposición a seducir. Su plenitud, su juventud, que debieran predecir el deseo, se enfrentan. Cuando la rapidez es uno de los rasgos y valores supremos de la sociedad y el vértigo marca la cadencia de las transformaciones, las composiciones de Reino se muestran estáticas, en el inmediato instante después de haber sido sorprendidas.
Pero también ocurre que la propia mirada del artista se enfrenta a la mirada de sus composiciones y quienes las habitan dejan la sumisión de “obra creada” para enfrentarse al dios que las anima. Su hacedor los colocó en cuerpos vaciados, a veces en el borde de la indefinición. Estos dibujos son conscientes de quién los está creando, lo miran, pero también hacen consciente a quienes los miran de su propia mirada.
Hay desafío en los personajes que habitan las composiciones de Alejandro Reino porque también ellos viven en un mundo agresivo, desafiante. Esas pobres figuras nos parecen ser seres extraviados, abatidos, que han desistido de buscar cobijo en otro sitio, pero no nos dan lástima. Sólo un gesto de amor –o de deseo– en toda esta serie de personajes desnudos pero armados, tantas veces armados, como si la propia desnudez no hubiese sido concebida por Reino también como otra arma.
En suma, se trata de una sobresaliente muestra pictórica de uno de los artistas más importantes que ha dado las Islas, y gracias a la Obra Social de La Caja de Canarias, podrá apreciarse en las salas del CICCA de Las Palmas de Gran Canaria.